La Sombra, By Drako-Konztantyno .´.

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domingo, 12 de mayo de 2013

Los discursos de la verdad.


En el foro anterior ya compartí mis impresiones sobre la lectura. En realidad creo que todo podía resumirse a que no concuerdo con Foucault, ni con Castro Orellana. Aunque aplaudo su dedicación y esmero en sus obras.
                Lejos de la experiencia anterior, esta vez quiero compartir un poco de mi perspectiva, que viene de mis parciales observaciones, mi formación e historia de vida.
                Hace tiempo, cuando finalizaba mi formación teológica, decidí abrirme a nuevas experiencias espirituales, para conocer más y profundizar más en mi propia experiencia como ser espiritual. Concretamente, dejé un poco de lado para indagar en otras culturas y tradiciones religiosas. Concretamente las orientales.
                En oriente, tanto la gran mayoría de las escuelas budistas, como algunas corrientes gnóstico-cristianas, como en el tao, y algunas otra, se comparte un perspectiva bastante distinta sobre la verdad, la cual es muy distinta a las experiencias e ideologías que han marcado, y hasta cierto punto determinado la especie de cosmovisión que domina en el pensamiento racionalista y positivista que viene marcando la tendencia desde hace ya cuatro o cinco siglos (y ni qué decir si nos metemos al pantanoso mundo oscurantista del Medievo).
                De los primeros autores que cautivaron mi interés en ese entonces. Que me permitió tener un acercamiento hacia lo que groso modo voy a llamar como el pensamiento oriental y que me permitió partir desde mi limitada experiencia, cosmovisión y creencias de joven clérigo, cristiano, occidental. Fue Robert H Stuky, quien actualmente es una autoridad en el abordaje académico de las religiones comparadas, y académico experto en Tantra e Historia de los primeros siglos de la cristiandad. R Stuky en una de sus obras [1] toca temas diversos temas de interés, tratando de hacer paralelismos a los conceptos que conocemos los occidentales. El que llamó poderosamente mi atención, fue el término sánscrito que más podría acercarse a la idea de lo que nosotros denominamos “pecado”: Ajñana.
                Sin embargo, hay que tomar en cuenta las referencias culturales que se encuentran detrás de este término, ya que el marco de trasfondo, o lo que los académicos denominan “marco teórico” es radicalmente distinto a las nociones e ideas asociadas que se asocian dentro de nosotros al recibir el estímulo de la palabra “pecado”.
                En oriente (en el subcontienente indio, más concretamente), en gran parte de las escuelas/corrientes del pensamiento, llámense filosóficas o espirituales, ajñana, viene siendo considerado como el estado de error puro; o mejor dicho, un estado primordial de ignorancia en el cual todos los seres sintientes nos encontramos. Es decir, en un estado de desconocimiento total de la “Verdad”.
                Este estado de ignorancia determina siempre y todo momento los actos y pensamiento de la vida de los seres humanos. Luego entonces esta premisa nos apunta poderosamente a otra de las máximas del pensamiento oriental que nos dice que “todo” es una ilusión.
                Si nos acercamos a los terrenos pantanosos de las doctrinas humanas, llegamos a un punto en el que el ser humano, en su experiencia, trata de darle explicaciones a estos sentimientos de condicionamientos inherentes a la condición humanos. Para ellos siempre fue este estado de ignorancia primordial, y para los occidentales, siempre fue la idea de un “pecado original”.
                Los budistas, explican este problema, fundamentado que la experiencia humana está delimitada por una fuerza centrifuga, o centrípeta (desconozco de física, por tanto no sabría cual término se acerca más) que retiene y que mantiene a los seres humanos en esta condición.
                Los musulmanes lo denominan “nafs tirano” [2]. Los budistas lo traducen libremente como ego.
                Tomando en cuenta esto, tenemos una perspectiva distinta a la nuestra que nos ubica en una posición, un tanto más sana y realista, desde mi humilde opinión, en cuanto a nuestras creencias acerca de lo que percibimos como “la realidad” y lo que creemos que es “verdad”.
                Según varias doctrinas, lo que percibimos es sólo un constructo fabricado por nuestros egos. Estos constructos forman creencias, y cuando estas creencias se afianzan, entonces generamos constructos mayores que pretendemos sean nuestra verdad. Y probablemente así es, o por lo menos nuestra experiencia de estos tiempos nos ha dicho que así ha sido…
̶  Y vaya que me gustaría conocer la opinión de Don Miguel a este respecto.
                Dejando claras anteriormente mis discrepancias con los autores de esta unidad, creo que los cambios epistemológicos y paradigmáticos han sido más y más violentos de los que suponemos. En mi humilde y limitada visión creo que estos se vienen dando de una manera cada vez más vertiginosa conforme avanzan los tiempos (o conforme acrecenta la población mundial) o al menos es lo que mi perspectiva percibe.
                Para ejemplos me fascinan mucho remitirme a lo de las ciencias “duras”, que no se por qué se llaman duras, si siempre se fundamentan sobre supuestos (teorías) que perduran sólo unas cuantas generaciones y que son reemplazadas, desechadas, por otras que las descartan. Y así se perpetúa el ciclo, desde la época del renacimiento (aunque en realidad antes, sólo que los supuestos eran filosóficos y no científicos).
                Y así, las ideas del hombre trasmigraron del geocentrismo al heliocentrismo, de la física clásica a la cuántica, de la relatividad a la cuántica y de ahí a la multiversidad, del creacionismo al evolucionismo, y podrían numerarse todos estos cambios paradigmáticos en una tesis doctoral, sin aterrizar a algo concreto. Estas teorías, son constructos humanos, limitados por la perspectiva y la experiencia humana, y por lo tanto, sujetos al cambio y a la finitud.
                Así como esto ha ocurrido en la historia del hombre, lo mismo sucede en la historia de los individuos. A final de cuentas, creo, y no estoy seguro tampoco de eso, que sólo poseemos realmente nuestra perspectiva en base a la cual, vamos asimilando nuestra insignificante experiencia. Y digo insignificante considerando que hay siete mil millones de experiencias simultaneas a la nuestra, insignificante contemplado la brutal magnitud de que es lo que se encuentra fuera de nosotros, y de lo que se encuentra dentro. Insignificante en el sentido de que no podemos explicar siquiera los procesos mentales (la mente, el pensamiento) que nos levan a pensar y reflexionar al escribir estos renglones. Insignificante porque la enfermedad del ego muchas veces nos engaña llevándonos a creer que la verdad sólo existe en virtud de nosotros mismo…

¿Será a caso esto posible?
¿Y que es pues cuando la perspectiva se termine?
¿Sus constructos morirán con ella,
o permanecerán un tiempo, para morir después?



Es cuanto.'.

Drako Konztantyno,
Heresiarka ++ 



1. El Jesús Tántrico.
2. Nafs podríamos traducirlo como “alma”. El “naf tirano” hace referencia al ego mundano.

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