La Sombra, By Drako-Konztantyno .´.

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miércoles, 22 de mayo de 2013

Desordenes de personalidad y psicopatía



(trastorno de personalidad antisocial).




En el video #5, llamó sobre manera mi atención el asunto sobre las investigaciones llevadas a cabo al interior de las prisiones de Nuevo México.  Más aún porque inicia la narración con la frase: “¿Qué hace a algunos cerebros malvados?”.

“Los psicópatas tienen patrones similares de comportamiento {…} Los psicópatas tienen un  estilo de vida impulsivo y nómada. Cambian de domicilio y de relaciones, son sexualmente promiscuos. Tienden a involucrarse en problemas”.

Sobre el trastorno de personalidad antisocial, o psicopatía, podemos decir que son quienes han perdido la capacidad de empatizar y/o sentir algún tipo de remordimiento. Tratando a las demás personas como si se trataran de objetos: Cosificación.
                La cosificación, o lo que es lo mismo, reducir el valor de una persona a objeto. Generalmente este término resulta empleado para abordar  problemas de carácter social o filosófico:
“La cosificación de la persona consiste, obviamente, en convertir a las personas en cosas; y esa conversión se puede dar en un doble plano: el metafísico y el ético. Es decir, podemos cosificar a la persona cuando al intentar explicar lo que esta es, acabamos por convertirla en una mera cosa; y también puede ocurrir lo mismo al no comportarnos con respecto a ella conforme a la dignidad que merece. Así pues, se trata de buscar dónde reside la diferencia entre cosa y persona, lo que nos permitirá hacer patente el error que se comete al cosificar a la persona” [1].

 Sin embargo, en el caso del trastorno de personalidad antisocial, interactúan con los demás como si se tratase de cualquier tipo de objeto, utilizándolas en vez de establecer relaciones interpersonales. Esto con la finalidad de conseguir sus propios objetivos, sin más que sus intereses.  Aunque no necesariamente tengan que causar algún mal, o presentar algún tipo de conducta delictiva.
                La carencia de remordimiento hacia los demás o hacia la propia conducta, es en lo que radica la cosificación que realiza el sicópata del otro. En términos más claros, le retira los atributos de persona {ser con capacidad sintiente} para valorarlo como objeto, cosa o herramienta de la cual servirse para estructurar su propio fin.
                En base a esta categorización que realiza el psicópata. Tienden a establecer códigos y pautas de comportamiento, basado única y exclusivamente de sus propios valores, dentro del cual los valores y derechos del otro, no tienen cabida. Por los cual sus conductas están cargadas de una fuerte dosis de rencor/culpa/odio/violencia, cuando infringen sus propias reglas. Mostrando prácticamente nula preocupación al violentar las normas sociales. Sin embargo, esta situación se torna conflictuante en el momento en el que las necesidades sentidas por el psicópata, difícilmente pueden ser atendidas o comprendías por el grupo, lo cual les genera un marco de frustración que es el que muchas veces les detona en la conducta delictiva o en el atropello (abuso, manipulación, chantaje) de los otros. A los cuales muchas veces al utilizarlos pudiera aparentar un genuino interés, sin embargo, premeditadamente buscará sacar ventaja o cobrárselo a beneficio mayor.
                Esto podríamos categorizarlo como una especie de egoísmo exacerbado; una característica que pueden tener las personas funcionales, pero que al alcanzar el grado patológico, resulta intrínseca de este desorden.  
                La corriente psicoanalítica la ve como una dolencia de carencia del superyó.
               
Esta sobrevaloración de la propia persona, está marcada por una notoria megalomanía, y una visión distorsionada de la realidad, y de sus capacidades para conseguir/realizar las cosas y la incapacidad de reconocer la empatía utilitaria de estas (es decir, la habilidad de percibir las necesidades implícitas de los otros para mutuo beneficio) sino que por el contrario, esta se permea de una perspectiva conocer las debilidades y necesidades del otro para explotarlas y obrar sobre de ellas para manipular. 


1.       A. Simón Lorda, COSIFICACIÓN DE LA PERSONA (consultado el 22 de mayo del 2013, a las 10:53). Disponible en:
http://mercaba.org/DicPC/C/cosificacion_de_la_persona.htm


martes, 21 de mayo de 2013

domingo, 19 de mayo de 2013

La mente como órgano sensor.

http://www.mindmeister.com/296039859/la-mente-como-un-rgano-sensor


Crear su propio mapa mental a MindMeister

martes, 14 de mayo de 2013

Reseña de El Rastro de Sangre en la Nieve, Reflexión.

De Doce Cuentos Peregrinos.
Gabriel García Márquez.



¡Rayos!

Un final inesperado, ciertamente.
¿Quién hubiera imaginado un desenlace de ese calibre, cuando se logra una asociación tan directa con el protagonista?

Se trata de una historia que envuelve al lector, lo seduce. La narrativa tan detallada de García Márquez, es cautivante. Me fascina como describe escenarios y situaciones. Creo que esa es la característica particular de él. La historia, la tierna historia de un romance clásico, tan sabido, tan estereotípico, tan occidentalmente idealizado. Un par de jóvenes y bellos que tienen un alocado romance que termina, y vaya que literalmente termina, en la luna de miel.

_ Uno podría intuirse que algo extraño está sucediendo con Nena Daconte. Sin embargo la desgracia de Billy González es tan fuerte y tan sentida que me resulta prácticamente imposible no empatizar con él. Pese a que la cuasa de la muerte, me resulta fantasiosa y caprichosa la causa de la muerte de Nena; el pinchazo de la espina de una rosa. Lejos de eso, creo que la obra se aleja un poco del realismo fantástico para adentrarse en los lúgubres y anegados pantanos del surrealismo.

_ La obra se torna profundamente psicológica conforme Nena y Billy van ingresando en terreno francés rumbo a París. Y se vuelca completamente hacia el pensamiento y las emociones de Billy cuando deja a Nena en el corredor del hospital...


Respecto a la subjetividad, esta puede abordarse desde distintos puntos en la progresión de la historia. Desde el momento alocado y pasional en el que Nena y Billy se conocen, y empieza el autor a describir las personalidades de ambos, y el cambio conductual que implica para Billy conocer a Nena, y cómo esta descubre y le descubre su parte "sensible" en él; e incluso en los niveles de percepción tan dispares en ambos, y que vienen implícitos en su personalidad.

__ Sin embargo, considero que la parte más analizable para este caso es sobre los acontecimientos finales. Cuando uno por fin se da cuenta cómo se desarrollaron los hechos.

De entrada, tenemos la dificultad del lenguaje. Billy se encontraba solo en un mar de gente. Aislado. Lo cual me recuerda un pasaje de El Principito en el que el zorro le dice que aún rodeados de gente, generalmente nos encontramos solos. Esto me lleva a reflexionar sobre "el problema ontológico de la soledad" que nos remetiría a la obra de Octabio Paz, El Laberinto de la Soledad, y de ahí a la obra de la Psicología del Mexicano, para redundar finalmente a una obra que desmascara estos problemas de la inutilidad del esfuerzo humano en la lucha contra lo que le acontece...

-- Y así, podríamos tener una profunda y larga reflexión filosófica y existencialista sobre qué es en realidad el hombre...

¿Una invención a caso?

¿Una ilusión cargada de perspectivas?

¿Es el hombre a caso, y tan solo solamente eso, una maraña de experiencias sensuales que le llevan a tratar de decodificar un medio que le resulta hostil?

¿Un constructo social, cultural, "civilizatorio" que no hace más que profundizar su arraigue en un mar de soledad?

¿Es a caso el espejismo de una unidad que batalla en contra de un sinnúmero de circunstancias, la mayoría no deseadas, no provocadas, sino más bien impuestas, ya sea por la causalidad, o quizás por el monstruoso aparato que en colectividad se construyó con la finalidad de "facilitar" o "sofisticar" la convivencia humana, pero que lejos de eso se entreteje como una maraña de la que difícilmente se puede escapar. En la que uno es arrojado en el nacimiento como mosca a la telaraña, y que mientras más se trate de escapar, más se enreda y atrapado queda...

_ Difícil pues resulta, y amarga también, la experiencia de Billy González, a quien una vida de brabuconería, de barreras mentales autoimpuestas para tratar de defenderse del medio. Un ser poco consciente de su soledad, de su vacío existencial, de una oquedad profunda de afectos. Que, finalmente conoce las lides del amor, en una delicada jovencita que lo llena de un romántico y pasional amor. Debe enfrentarse a la lucha consigo-mismo para darse cuenta que al salir de lo recondito de su miseria, no logrará encontrarse más que con una brutal y absoluta realidad, la cual ahora sí, sin relativismos ni ambiguedades, brutalmente le escupe en la cara, cuando despierta del marasmo de sus sueños...

Es cuanto.'.

domingo, 12 de mayo de 2013

Los discursos de la verdad.


En el foro anterior ya compartí mis impresiones sobre la lectura. En realidad creo que todo podía resumirse a que no concuerdo con Foucault, ni con Castro Orellana. Aunque aplaudo su dedicación y esmero en sus obras.
                Lejos de la experiencia anterior, esta vez quiero compartir un poco de mi perspectiva, que viene de mis parciales observaciones, mi formación e historia de vida.
                Hace tiempo, cuando finalizaba mi formación teológica, decidí abrirme a nuevas experiencias espirituales, para conocer más y profundizar más en mi propia experiencia como ser espiritual. Concretamente, dejé un poco de lado para indagar en otras culturas y tradiciones religiosas. Concretamente las orientales.
                En oriente, tanto la gran mayoría de las escuelas budistas, como algunas corrientes gnóstico-cristianas, como en el tao, y algunas otra, se comparte un perspectiva bastante distinta sobre la verdad, la cual es muy distinta a las experiencias e ideologías que han marcado, y hasta cierto punto determinado la especie de cosmovisión que domina en el pensamiento racionalista y positivista que viene marcando la tendencia desde hace ya cuatro o cinco siglos (y ni qué decir si nos metemos al pantanoso mundo oscurantista del Medievo).
                De los primeros autores que cautivaron mi interés en ese entonces. Que me permitió tener un acercamiento hacia lo que groso modo voy a llamar como el pensamiento oriental y que me permitió partir desde mi limitada experiencia, cosmovisión y creencias de joven clérigo, cristiano, occidental. Fue Robert H Stuky, quien actualmente es una autoridad en el abordaje académico de las religiones comparadas, y académico experto en Tantra e Historia de los primeros siglos de la cristiandad. R Stuky en una de sus obras [1] toca temas diversos temas de interés, tratando de hacer paralelismos a los conceptos que conocemos los occidentales. El que llamó poderosamente mi atención, fue el término sánscrito que más podría acercarse a la idea de lo que nosotros denominamos “pecado”: Ajñana.
                Sin embargo, hay que tomar en cuenta las referencias culturales que se encuentran detrás de este término, ya que el marco de trasfondo, o lo que los académicos denominan “marco teórico” es radicalmente distinto a las nociones e ideas asociadas que se asocian dentro de nosotros al recibir el estímulo de la palabra “pecado”.
                En oriente (en el subcontienente indio, más concretamente), en gran parte de las escuelas/corrientes del pensamiento, llámense filosóficas o espirituales, ajñana, viene siendo considerado como el estado de error puro; o mejor dicho, un estado primordial de ignorancia en el cual todos los seres sintientes nos encontramos. Es decir, en un estado de desconocimiento total de la “Verdad”.
                Este estado de ignorancia determina siempre y todo momento los actos y pensamiento de la vida de los seres humanos. Luego entonces esta premisa nos apunta poderosamente a otra de las máximas del pensamiento oriental que nos dice que “todo” es una ilusión.
                Si nos acercamos a los terrenos pantanosos de las doctrinas humanas, llegamos a un punto en el que el ser humano, en su experiencia, trata de darle explicaciones a estos sentimientos de condicionamientos inherentes a la condición humanos. Para ellos siempre fue este estado de ignorancia primordial, y para los occidentales, siempre fue la idea de un “pecado original”.
                Los budistas, explican este problema, fundamentado que la experiencia humana está delimitada por una fuerza centrifuga, o centrípeta (desconozco de física, por tanto no sabría cual término se acerca más) que retiene y que mantiene a los seres humanos en esta condición.
                Los musulmanes lo denominan “nafs tirano” [2]. Los budistas lo traducen libremente como ego.
                Tomando en cuenta esto, tenemos una perspectiva distinta a la nuestra que nos ubica en una posición, un tanto más sana y realista, desde mi humilde opinión, en cuanto a nuestras creencias acerca de lo que percibimos como “la realidad” y lo que creemos que es “verdad”.
                Según varias doctrinas, lo que percibimos es sólo un constructo fabricado por nuestros egos. Estos constructos forman creencias, y cuando estas creencias se afianzan, entonces generamos constructos mayores que pretendemos sean nuestra verdad. Y probablemente así es, o por lo menos nuestra experiencia de estos tiempos nos ha dicho que así ha sido…
̶  Y vaya que me gustaría conocer la opinión de Don Miguel a este respecto.
                Dejando claras anteriormente mis discrepancias con los autores de esta unidad, creo que los cambios epistemológicos y paradigmáticos han sido más y más violentos de los que suponemos. En mi humilde y limitada visión creo que estos se vienen dando de una manera cada vez más vertiginosa conforme avanzan los tiempos (o conforme acrecenta la población mundial) o al menos es lo que mi perspectiva percibe.
                Para ejemplos me fascinan mucho remitirme a lo de las ciencias “duras”, que no se por qué se llaman duras, si siempre se fundamentan sobre supuestos (teorías) que perduran sólo unas cuantas generaciones y que son reemplazadas, desechadas, por otras que las descartan. Y así se perpetúa el ciclo, desde la época del renacimiento (aunque en realidad antes, sólo que los supuestos eran filosóficos y no científicos).
                Y así, las ideas del hombre trasmigraron del geocentrismo al heliocentrismo, de la física clásica a la cuántica, de la relatividad a la cuántica y de ahí a la multiversidad, del creacionismo al evolucionismo, y podrían numerarse todos estos cambios paradigmáticos en una tesis doctoral, sin aterrizar a algo concreto. Estas teorías, son constructos humanos, limitados por la perspectiva y la experiencia humana, y por lo tanto, sujetos al cambio y a la finitud.
                Así como esto ha ocurrido en la historia del hombre, lo mismo sucede en la historia de los individuos. A final de cuentas, creo, y no estoy seguro tampoco de eso, que sólo poseemos realmente nuestra perspectiva en base a la cual, vamos asimilando nuestra insignificante experiencia. Y digo insignificante considerando que hay siete mil millones de experiencias simultaneas a la nuestra, insignificante contemplado la brutal magnitud de que es lo que se encuentra fuera de nosotros, y de lo que se encuentra dentro. Insignificante en el sentido de que no podemos explicar siquiera los procesos mentales (la mente, el pensamiento) que nos levan a pensar y reflexionar al escribir estos renglones. Insignificante porque la enfermedad del ego muchas veces nos engaña llevándonos a creer que la verdad sólo existe en virtud de nosotros mismo…

¿Será a caso esto posible?
¿Y que es pues cuando la perspectiva se termine?
¿Sus constructos morirán con ella,
o permanecerán un tiempo, para morir después?



Es cuanto.'.

Drako Konztantyno,
Heresiarka ++ 



1. El Jesús Tántrico.
2. Nafs podríamos traducirlo como “alma”. El “naf tirano” hace referencia al ego mundano.

jueves, 9 de mayo de 2013

Problemas de la subjetividad humana en tiempos del despertar de un sueño antropológico.


O quizá pudo haberse llamado “El despertar de un sueño antropológico, en tiempos de una doctrina Foucaultiana”.




Antes de comenzar, quisiera pedir una disculpa por la dilación. He de confesar que tuve un grave conflicto existencial al leer, detenerme y releer el escrito requerido para la presente unidad, y foro.

La verdad es que ya había tenido mis desencantos antes con Foucault directamente (es decir sin mediador que me lo interprete) y ustedes disculparán mis antipatías personales hacia los autores, pero habrán de comprender que vengo de una formación e historia de vida, la cual no me permiten embutirme de dogmas que no comprendo, o con las cuales no simpatizo. Lo sé, es cosa mía, son mis prejuicios también, pero creo que siempre es bueno cuestionarnos todo, y muy en especial aquellas cosas nuestras que nos llevan a cuestionar.

                Y así sin darme cuenta creo que vengo aterrizando en el problema foco de esta unidad; “Problemas de la subjetividad en el desarrollo humano”. Enfrentarnos con monstruos conceptuales, doctrinales y analíiticos como al relatividad, la individualidad, los “otrismos”, lo subjetivo, lo “objetivo”, la “Verdad”, o mejor dicho la “pluriversidad” infinitas de verdades; “realidad” y percepción. “Everything is perception” parece ser la nueva moda  (y por moda me refiero a las modas que, según el autor, se supone a las cuales alude Foucault) y al parecer, se trata también del nuevo paradigma desde el cual me encuentro yo, joven adulto residente en el posmodernismo, tratando de abordar las ideas y los conceptos que a nombre de otro autor categóricamente más influyente, pretende venderme el autor.

                Antes de continuar, critico el reduccionismo de Castro Orellana, por no indagar más a fondo entre los textos de Foucault. Y honestamente, y a título personal, me cuestiono profundamente que la historia de la civilización occidental se concrete a cuatro momentos, o “epistemes” como él las refiere, para poder comprender, y desde ahí explicar discursivamente “la historia del conocimiento” o según él “de las estructuras fundamentales de nuestro saber”.

                Y quizá la culpa sea mía y no del autor, al criticar su reduccionismo. Al momento de leer, me cuestionaba sobre las grandes eras de las corrientes filosóficas… Y me preguntaba ¿Y qué hay del clásico, y los sofistas, los platonistas, aristotelianos, pitagóricos, estoicos, sínicos, etc…? Tiempos en las que prácticamente cada generación, o cada siglo, se veía marcado por una fuerte ruptura por los paradigmas de la generación anterior…
¿Qué me podrá decir el autor, sobre tiempos históricos como la agonía del Imperio Romano (o la nuestra) en la que convergen una pluralidad de corrientes de pensamiento, en las que unas y otras pugnan por ganar terreno, por captar adeptos, o mínimo simpatizantes. Épocas en las que autores, filósofos, místicos, científicos, desde el exótico crisol de la pluralidad, engendran, destruyen, reforman, corrompen, excitan, las avenidas y vertientes del pensamiento humano…?

                Eso pensaba de momento, mientras leía sobre la historicidad etiquetada en cuatro momentos, encajonada como si no diera para más, y además, haciendo bombo y platillo de las disonancias lingüísticas, de la desarmonizaciones de las lenguas, las incompatibilidades semióticas, la irrealidad de una traducción virginal, inmaculada del pecado original de la interpretación. Las líneas de un autor que tímidamente sugiere la relatividad de la perspectiva, enfrentándose con  un sínico que la grita a los cuatro vientos.

                De pronto, quizá entramos en los terrenos pantanosos del inconsciente colectivo, que de ser así, explicaría por qué las personas de una época piensan, actúan, se desenvuelven de una determinada manera.

Una conducta esperada que los hace llegar a conclusiones “acertadas” y teniendo como certeza una especie de código (y discúlpenme por el juego de palabras) no codificado, pero que se asume, para ese preciso momento, como una verdad  (social o generalizada, no lo sé; sin embargo sé que es muy probable que hubieran coqueteado con la idea de una Verdad universal) y no dejo de cuestionarme si tanto Foucault, e inclusive Castro Orellana, estuvieran exentos de esa cruenta y virulenta, pero silenciosa, enfermedad del ego, que nos lleva a aseverar con fuerza, con pretendida autoridad y voz de mando, que las líneas que enunciamos son constructos de esa “Verdad” o que son “Verdad”. Y con esa certeza los autores abordan, clasifican, critican, esquematizan, conceptualizan,  y defienden argumentos propios, quizá vigentes, quizá fuertes, duros, validados por su contexto y momento histórico. Pontificando doctrinas que se desplazan en el discurso como el máximo saber, el pretendido conocimiento…

                 Y ante esto, ¿qué me queda? A mí, que no pontifico, a mí que me resulta parca y reduccionista su postura, a mí que me toca vivir una época donde el cambio paradigmático es tan vertiginoso, en un tiempo en el cual estamos tan enajenados que ni siquiera somos consientes de ello. Un joven adulto que no sabe si es parte de la generación X, o la Y, o la Z, o si me quede dormido en el sueño del milenarismo. Que mira cada vez más marcadas y trascendentes las grietas generacionales.
         
       ¿Qué puedo pensar yo, que sólo puedo tener certeza de mi ignorancia la cual me condena a una feliz agnosia? De un autor que defiende a ultranza y con características y valores propios del modernismo, a un autor al cual el mérito que le aplaudiría, sería el hecho de que en su momento fue el catalizador para un cambio de paradigma, pero quien finalmente, no distó mucho de la pedantería megalómana de sentirse dueño de la Razón, que acompañó a sus antecesores, algunos de sus coetáneos, y en este caso, a  uno de sus adoctrinados. 

Pido una disculpa por el tono de mis valoraciones, que trato de realizar humildemente desde mis dudas abiertas, pero puestas en tela de juicio desde las incongruencias humanas, propias y ajenas, y porque de alguna manera tenía que compaginar estás líneas sobre mis impresiones de la lectura, hacia este tema que me hace mucho ruido para mis adentros: “El problema de la subjetividad humana”.


Si hay un Dios, que me libre de la pedantería de creer que yo soy poseedor de la razón, y que me de la humildad de comprender que lo único que poseo, es una torpe, limitada y viciada, visión.

Es cuanto.'.

En mi Amor por las Mesoaméricas.

Drako-Konztantyno, Heresiarka.




Referencia:
http://eprints.ucm.es/7166/