Alucinación que embriaga.
Fantasma que adolece.
"Nada me han enseñado los años,
siempre caigo en los mismos errores,
otra vez a brindar con extraños
y a llorar por los mismos dolores".
Ignacio,
Querido Ignacio,
Suave y sublime Ignacio.
Piel de durazno; mirada de terciopelo...
Tu cuerpo desnudo en contraste con tus intenciones.
Tales como la sombra espesa de la noche y los valles blancos sonrosados de tu piel, que recuerdan las incipientes primaveras sobre los montes; los cerros que saludan al sol después de su languidez.
Contraste, entre la desnudez de tus pieles y lo mistérico, críptico, casi arcano, de tus intenciones. Tan desconsertantes los juegos-danza entre tus pensamientos y tus sentimientos, que, poco o nada tienen que ver con el roce desnudo de nuestros cuerpos, en mi ansiedad de poder descifrarte a través de las caricias confusas y estresantes producto de mi ansiedad y mi incertidumbre de poseerte pero sin tenerte.
Ignacio, Ignacio, mi sueve y dulce Ignacio...
Desconozco tus tormentos, e ignoro los nombres de tus demonios, y sin embargo los detesto. Los detesto porque me duele el ardor de tu tormento, pero me duele a través de mi ego por no ser uno de ellos.
Príncipe azul, caballero gentil de caballo blanco. Emblema lírico, pero no alegórico, de sueños arquetípicos. Príncipe y nada más, y muchísimo menos que menos, nada. Virtudes, principios de moralidad tergiversa e incognoscible para mí, motivación, vocación, destino y estoicismo... llamada a ser, pero sin ser. Nostalgia viviente de mis sueños más amados; de los tesoros de mi mente...
Dulce veneno, Suave tormento. Droga tóxica y extática.
Tú, la probada del cielo. Orgasmo que me hizo vivir mi vida como en el infierno.
Tormento de no tenerte, de no amarte, de no besarte. Saber que existes en mi mundo, tan cerca y al mismo tiempo distantes por la inmensidad de eones que nos separa. Karma, maldito karma.
Quisiera liberarme de una vez de ti, rompiendo el maldito hilo rojo que nos ata...
Que el Señor me compadezca,
y tenga piedad y misericordia de mi alma.
Siempre tuya, con temor y desasosiego
Magdalena del Carmen.
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