La Sombra, By Drako-Konztantyno .´.

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viernes, 19 de junio de 2015

Victorio

(Confesiones a Justina, primera parte)



Y de pronto, me di cuenta de que quizá estaba enamorada de ambos. Porque ¡vamos! era evidente que me gustaban los dos; que los deseaba a los dos. Aunque de maneras distintas.

Victorio me gustaba físicamente, lo bastante como para embelesarme contemplando su carnal belleza. Amaba su sonrisa y sus ojos de gato. Imberbe, inocente, con cara de tierno niño aún con ocurrencias y humor de infante. aunque con deberes de hombre.

Amé, como difícilmente vuelva a amar otra vez, esas tibias tardes de beber café mientras esperaba el momento para hacerle charla sobre las cosas de la vida ¡Era hermoso!

El comenzaba la charla sobre cualquier banalidad que se tornaba seria. Un desencanto, una anécdota, un recuerdo, un sentimiento, mientras yo reflexionaba serenamente mis palabras de lo que ya se me volvió un discurso. Creo que sí, pese a su casi infancia, en verdad lo amaba...

Cuando dejaba de hablar, me disponía entonces a buscar su mirada. Esos atentos ojos deseosos de aprobación, de justificación. Que buscaban en mi rostro la expresión y amable y gentil que siempre tenía para él, y que le procuraban darle la razón en todo, aunque mi respuesta discurriera hacia algún punto de vista distinto.

Ah, mi Justina, ¡hermana mía! ¡Cómo mi corazón se sentía contento!, porque sabía que las horas junto a él, eran verdaderamente vida...

¡Qué cosa no daría yo de esta mi jodida vida!, con tal de poder abrevar una vez más de la tibia miel de sus cálidos ojos...




*









* Mi modelo del día de hoy fue Fidel Castro de muy joven...
Difícil creer que estaba tan guapo.

jueves, 18 de junio de 2015

Negros como el zapote y la noche





Ante todo, he de confesarte que era muy guapo, o al menos lo era para mí...

No te puedo negar que su imagen, su sonrisa seria debajo de sus lentes, y esa mirada observadora que parecía verme con un cierto aire de incredulidad, fueron lo que finalmente me conquistó.

No lo vi, ni le oí llegar.
Su imagen, que incluso en ciertos momentos me parece rara, Comenzó a inundar poco a poco el escenario de mi mente. Sus gestos, eran una especie de fantasmas pululantes que vagaban en mi mente a su placer. Y toda vía hoy, varios mese después, me llegan esos pensamientos intrusivos con una de sus retorcidas sonrisas, o de sus cómicas muecas disfrazadas de seriedad...

También, he de confesarte, a riesgo de ser imprudente, que sus ojos, esos profundos ojos negros, en el momento de la intimidad, irradiaban un fuego especial, nada que ver ver con su inseguridad juguetona habitual, que irradiaba una lujuria que me hacía sentir especial...

Ah...
Sus ojos,
Esos tan sinceros ojos negro. Negros como el zapote y la noche, negros como los hábitos del clero, negros como mis pensamientos, y también ¿por qué no? negros como su propia suerte...

A veces traviesos, a veces tan tiernos, a veces mundanos, y otras indiscretos...

/https://www.facebook.com/sunel.cebrero/videos/10152691084927654/


sábado, 6 de junio de 2015

Epistolas de resistencia a la resignación

[Primera parte]


Hola René,
¿Cómo has estado?

Yo para variar, estoy como siempre mala. Sola y mala.
Ayer me sentí bastante descompuesta, a grado, que tuvo
que visitarme el médico. Comencé mi día como de cos-
tumbre, arreglé unos asuntos y me vine prontamente al
estudio (sí así esta carta te la estoy escribiendo desde el
estudio, porque sigo mareada y un poco aturdida por lo
de ayer). Abrí todas las ventanas, mientras la doncella
presurosa se agitaba de aquí por allá pasando el trapo.
De momento sonó el teléfono, y ya no supe ni qué pasó.
Recuerdo haber contestado, pero ya no supe entender
qué asunto era. Supongo que me puse pálida, porque
la doncella corrió de inmediato con un vaso de agua y
me sentó en una silla.

Yo estaba bastante confundida y no podía centrar mi
atención en ningún asunto. Recuerdo que apenas atiné
a servirme un chocolate bien amargo y bien caliente
con la esperanza de que se me fuera el malestar. Pero
no. Al ir pasando los minutos que me parecían horas
comencé a sentir cómo la mitad de la cara (y después
la mitad del cuerpo) se me entumían y acalambraban.

Estuve a punto del desvanecimiento en cuatro ocasiones
una justo antes del primer sorbo del chocolate, y el últi-
mo en el que finalmente decidí marcarle al doctor Huffman
quien no tan solícito vino a verme.

Cada que sentía perder el conocimiento, me sentaba,
agachaba un poco el cuerpo, y medio me volvían los ánimos.

Cuando finalmente llegó el doctor Huffman me recostó,
me revisó los signos, y me puso a inhalar las sales durante
un largo rato. Creo que me quedé dormida. Después, supon-
go que cuando me sintió más estable, me inyectó lo que me
imagino debió ser un compuesto a base de adrenalina o algo
parecido, porque suponte tú que sentía como si me regresara
el alma al cuerpo.

Después de eso, llegó un pariente mío de la familia de mi
papá al estudio. El fue el que me acompañó a casa y le
dijo a una muchacha que a tal hora me llevara de comer.
Me pasé toda la tarde en la cama, sintiéndome descompuesta
y mala. Ya no por la enfermedad, sino por verme tan lejos
y tan privada de ti.


Te quiere,
Magdalena del Carmen.







jueves, 4 de junio de 2015

Segunda Epístola a la Rana René

.

Oh, mi Renè. Si supieras cuánta pena embarga mi corazón.
Han pasado sólo unos cuantos días, y la verdad es que no
logro apaciguar mi frustración.

Dime pues René ¿Qué es lo que tú a caso ganas con mentir?
No pudiste siquiera decirme que no me quieres ver. Creo
que quizá sería más fácil para mi, que verte del brazo de
esa mujer.

No tienes idea de con qué gusto te esperaba el sábado. Pues
estaba segura de que vendrías a verme. Y créeme que no
guardaba algún interés oculto. Sólo me hubiera gustado
escucharte, reír de tus ocurrencias, jugar con los mechones
de tu negro pelo, y acercarme a tu cuerpo para oler de tu
cuello ese delicioso perfume que me embriaga...

Sé que no me quieres. Ya eso está muy claro. Sé que fue
mi culpa, y eso también lo tengo muy en claro. Pero dime
¿Crees que a caso sea necesario hacerme sufrir por lo que
te hice? --¿Sabes? en todo momento fui honesta contigo--
Y en su momento te dije que traía tras de mí los pendientes
de dos amores perdidos; mis ayeres de soledad, y recuerdo
de mi ex marido.

Pero sábete que no te culpo. Yo tenía ciertas cosas por hacer,
lugares por recorrer y experiencias por vivir. Lástima que el
destino nos jugó esta jugarreta... ¿Por qué? --No lo sé-- . Y
ahora se atormentan mis adentros que quieren saber ¿para qué?
Sábete también que ayer me puse enferma, muy enferma.
Enferma del dolor que se origina en mi vientre y
que ahora me calcina mis huesos. Ese dolor que me hace
ser consciente de que pese a todo, eso sí ¡claro esta!; que
lo mejor de todo, será no verte más.

Estoy segura de que quizá eres hasta incapaz de ponerte en mi
lugar. Ahí estaba yo, hecha un mar de nervios en la estación del
tren, vomitando casi mis amarguras y mis desesperadas ganas
de salir corriendo de ahí, mientras Manuel sin entender lo que
pasaba, no daba crédito y sólo me abrazaba...

Pobre de mi primo Manuel -ha de pensar que estoy bien loca-
Pero cómo no ¿hay a caso quien no se perturbe al ver a su
amante del brazo de otra? ¿hay a caso quien pudiera tolerarte
tal mentira? A ti, "la víctima de mis desaires y mis groserías"
que ahora que te muestra un poco de afecto, te afrentas de mí
con estas cosas...

Dime pues, ya René --aunque segura estoy de la respuesta de
cualquier forma te preguntaré--, ¿qué ganabas René? ¿a qué
jugabas?

Recuerda que pese a todo, sigo y seré siendo honesta contigo
sin que por ello me duela menos tu desprecio, y no por el
rechazo. Hubiese entendido tu orgullo herido, pero no tus ganas
de mentir.


Es pasada la media noche, y no consigo dejar de pensar en ti.
Mientas este maldito dolor que no descansa, me mantiene muy
despierta pensando en ti, sin ver clara la hora del sosiego, de
la paz, y quizá ese poco de nostalgia que me permita dormir.
Creo que quedaré esta noche cansada, triste, desvelada, esperando
ansiosa de que esta purga de lagrimas el día de mañana me permita
ser feliz, no sin ti, sino a pesar de ti...


En su momento, tuya, Magdalena del Carmen.
¡Viva la Vida!





Epístolas a José Ignacio

.


A razón de mis dolores, no te sé decir si estoy mejor o peor.
Esto porque no me han dado los resultados do los análisi de sangre.
Pero lo dolores siguen, y me taladran el cuerpo, en especial la cadera
que me tiene bastante quejosa. No se yo para qué sirvió la cirugía
pasada, si aún me molesta la lesión del ciático. Sólo duré algunos
meses tranquila de mi malestar; pero ahora ¡mírame! no me duele...
¡Pero tampoco me deja respirar!

Todo el optimismo del año pasado se acabó. Creo que volveré a
utilizar las fajas y el corsé de yeso. Eso mantiene separadas las
vértebras y derecha mi espalda, pero ¡ah!, ¡cómo me pueden!
Pero no me dejan respirar...

Y tú, mi joven, bello y preciado José Ignacio
¿Cómo te encuentras?

Te quiere,
Magdalena del Carmen.

Por nada




Se rompió el cristal
cuando salió por la puerta.
Se agitó la sombra
y dio mil volteretas,
Se cayó tu alma
desilusionada.

Se vendió por nada,
porque no era nadie...
Se vendió por nada,
sólo por rencor...

Olvidarte pronto



Una vez más
Me encuentro caminando sólo por la calle
A la expectativa de ver lo que pasará...

Ya no te encuentro,
pues me miro lejos
Lejos de lo impertinente de tu sombra
Lejos de lo mordaz de tu (cinismo)    
Lejos aunque quizás tu sueño
sigue aquí conmigo...


¿Y de que me sirve poder volar?
Poder correr, gritar y soñar....
De que me sirve el encontrarme solo
si pese a todo aún sigues en mi andar...

Podría matarte, no me queda duda,
podría obligarte,
podría engañarte
y manipularte...

Pero olvidarte...
¿cómo?

¿Cómo podré olvidarte pronto?