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Oh, mi Renè. Si supieras cuánta pena embarga mi corazón.
Han pasado sólo unos cuantos días, y la verdad es que no
logro apaciguar mi frustración.
Dime pues René ¿Qué es lo que tú a caso ganas con mentir?
No pudiste siquiera decirme que no me quieres ver. Creo
que quizá sería más fácil para mi, que verte del brazo de
esa mujer.
No tienes idea de con qué gusto te esperaba el sábado. Pues
estaba segura de que vendrías a verme. Y créeme que no
guardaba algún interés oculto. Sólo me hubiera gustado
escucharte, reír de tus ocurrencias, jugar con los mechones
de tu negro pelo, y acercarme a tu cuerpo para oler de tu
cuello ese delicioso perfume que me embriaga...
Sé que no me quieres. Ya eso está muy claro. Sé que fue
mi culpa, y eso también lo tengo muy en claro. Pero dime
¿Crees que a caso sea necesario hacerme sufrir por lo que
te hice? --¿Sabes? en todo momento fui honesta contigo--
Y en su momento te dije que traía tras de mí los pendientes
de dos amores perdidos; mis ayeres de soledad, y recuerdo
de mi ex marido.
Pero sábete que no te culpo. Yo tenía ciertas cosas por hacer,
lugares por recorrer y experiencias por vivir. Lástima que el
destino nos jugó esta jugarreta... ¿Por qué? --No lo sé-- . Y
ahora se atormentan mis adentros que quieren saber ¿para qué?
Sábete también que ayer me puse enferma, muy enferma.
Enferma del dolor que se origina en mi vientre y
que ahora me calcina mis huesos. Ese dolor que me hace
ser consciente de que pese a todo, eso sí ¡claro esta!; que
lo mejor de todo, será no verte más.
Estoy segura de que quizá eres hasta incapaz de ponerte en mi
lugar. Ahí estaba yo, hecha un mar de nervios en la estación del
tren, vomitando casi mis amarguras y mis desesperadas ganas
de salir corriendo de ahí, mientras Manuel sin entender lo que
pasaba, no daba crédito y sólo me abrazaba...
Pobre de mi primo Manuel -ha de pensar que estoy bien loca-
Pero cómo no ¿hay a caso quien no se perturbe al ver a su
amante del brazo de otra? ¿hay a caso quien pudiera tolerarte
tal mentira? A ti, "la víctima de mis desaires y mis groserías"
que ahora que te muestra un poco de afecto, te afrentas de mí
con estas cosas...
Dime pues, ya René --aunque segura estoy de la respuesta de
cualquier forma te preguntaré--, ¿qué ganabas René? ¿a qué
jugabas?
Recuerda que pese a todo, sigo y seré siendo honesta contigo
sin que por ello me duela menos tu desprecio, y no por el
rechazo. Hubiese entendido tu orgullo herido, pero no tus ganas
de mentir.
Es pasada la media noche, y no consigo dejar de pensar en ti.
Mientas este maldito dolor que no descansa, me mantiene muy
despierta pensando en ti, sin ver clara la hora del sosiego, de
la paz, y quizá ese poco de nostalgia que me permita dormir.
Creo que quedaré esta noche cansada, triste, desvelada, esperando
ansiosa de que esta purga de lagrimas el día de mañana me permita
ser feliz, no sin ti, sino a pesar de ti...
En su momento, tuya, Magdalena del Carmen.
¡Viva la Vida!
jueves, 4 de junio de 2015
Segunda Epístola a la Rana René
Etiquetas:
Autobiográfico,
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