La Sombra, By Drako-Konztantyno .´.

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sábado, 6 de junio de 2015

Epistolas de resistencia a la resignación

[Primera parte]


Hola René,
¿Cómo has estado?

Yo para variar, estoy como siempre mala. Sola y mala.
Ayer me sentí bastante descompuesta, a grado, que tuvo
que visitarme el médico. Comencé mi día como de cos-
tumbre, arreglé unos asuntos y me vine prontamente al
estudio (sí así esta carta te la estoy escribiendo desde el
estudio, porque sigo mareada y un poco aturdida por lo
de ayer). Abrí todas las ventanas, mientras la doncella
presurosa se agitaba de aquí por allá pasando el trapo.
De momento sonó el teléfono, y ya no supe ni qué pasó.
Recuerdo haber contestado, pero ya no supe entender
qué asunto era. Supongo que me puse pálida, porque
la doncella corrió de inmediato con un vaso de agua y
me sentó en una silla.

Yo estaba bastante confundida y no podía centrar mi
atención en ningún asunto. Recuerdo que apenas atiné
a servirme un chocolate bien amargo y bien caliente
con la esperanza de que se me fuera el malestar. Pero
no. Al ir pasando los minutos que me parecían horas
comencé a sentir cómo la mitad de la cara (y después
la mitad del cuerpo) se me entumían y acalambraban.

Estuve a punto del desvanecimiento en cuatro ocasiones
una justo antes del primer sorbo del chocolate, y el últi-
mo en el que finalmente decidí marcarle al doctor Huffman
quien no tan solícito vino a verme.

Cada que sentía perder el conocimiento, me sentaba,
agachaba un poco el cuerpo, y medio me volvían los ánimos.

Cuando finalmente llegó el doctor Huffman me recostó,
me revisó los signos, y me puso a inhalar las sales durante
un largo rato. Creo que me quedé dormida. Después, supon-
go que cuando me sintió más estable, me inyectó lo que me
imagino debió ser un compuesto a base de adrenalina o algo
parecido, porque suponte tú que sentía como si me regresara
el alma al cuerpo.

Después de eso, llegó un pariente mío de la familia de mi
papá al estudio. El fue el que me acompañó a casa y le
dijo a una muchacha que a tal hora me llevara de comer.
Me pasé toda la tarde en la cama, sintiéndome descompuesta
y mala. Ya no por la enfermedad, sino por verme tan lejos
y tan privada de ti.


Te quiere,
Magdalena del Carmen.







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