lunes, 22 de junio de 2009
Sueño a los diecisiete.
En el mes de noviembre transcurrido cuando tenía dieciséis años, tuve una serie de sueños consecutivos muy estremecedores que perturbaron mi conciencia durante algunos días.
_En varias ocasiones he tratado de reproducirlo para contárselo a mis allegados, pero siempre me quedo corto con la narrativa de dicho lugar al cual me transportó. Tal vez, comienzo a creer, que el vocabulario resulta insuficiente para describir el escenario donde se desarrolla, o mejor dicho, donde transcurre el sueño.
_Ahora sé cómo se pudieron haber sentido hombres como Enoc, Mohamet, San Juan, entre, a quienes les fue revelada una visión del paraíso. Al encontrarse ante un escenario que es completamente diferente a lo que se entiende por ‘realidad’, o mejor dicho, a aquello que tenemos por realidad.
_No pretendo con estas últimas palabras, dar a entender que estoy de acuerdo con estos “místicos” que dicen que fue tan grande su mérito que fueron ‘escogidos’ para que vieran “el cielo”; sino que más bien pretendo recalcar en esa frustración que debieron haber sentido, místicos, profetas y videntes, que pudieron ver aquello que simple y sencillamente nadie había visto. Aquellos que en un grado de sensibilidad muy fuete, tuvieron la capacidad de percibir aquello que la gran mayoría no percibe, dada a atrofia y costumbre de nuestros sentidos.
_¿Se imaginan ustedes al pobre Juan entre la multitud de no creyentes, diciendo que había ascendido a los cielos, visto a los ángeles y contemplado la morada de su dios? ¿Se maginan al pobre Enoc, diciéndole a todo el mundo “te vas a morir” “porque me lo dijeron los ángeles la última vez que anduve de gira por los cielos”? Es precisamente a esa sensación a la que me refiero, y espero sinceramente que estas líneas me ayuden a expresar un poco mejor aquello que he tratado de explicar en veces anteriores.
_No recuerdo si terminé contándole este sueño a algún terapeuta, algo que generalmente hago, no por creer en la psicología, sino más bien, por el deleite estético que llego a encontrar en mis sueños. Sé que inmediatamente ocurrido, se lo conté a Gisela y a Guillermo, aunque claro está que en una versión muy editada. Omitiendo muchos detalles, y modificándole algunas cosas para que pudiesen comprenderlo.
_No niego que este sueño, como en otros en su momento, me atormentó. Porque recuerdo que fue tan vívido, tan casi real (esto es un juego de palabras, favor de no tomarlo como error gramatical) que si estuviera ligeramente un poco más perturbado, me hubiese sido en verdad imposible discernir si ocurrió o no. O, por otro lado, cabe que si hubiese sido un poco más crédulo o ignorante, que para efectos prácticos es lo mismo, probablemente me hubiera creído la cantaleta de que estaba teniendo una “visión”.
_Todo comenzó una madrugada de fines de noviembre. Muy probablemente en los últimos días de este mes. De lo poco que recuerdo de lo transcurrido en la vida real de ese día, es que después de un violento movimiento, casi convulsivo, me desperté. La noche era fría, más de lo normal, la luz de la luna me bañaba la cara, con sus rayos que se filtraban por el ventanal de mi recamara. Esa noche, curiosamente, no corrí la cortina y el plata iluminó mi sueño, o al menos en eso caí en cuenta en el justo momento de despertar.
La angustia y la congoja oprimían mi pecho con fuerza. Y mi corazón, mi pobre corazón, latía con ritmo acelerado y con cierta dificultad. Podía sentir mi pulso en la garganta y como una ligera sensación de incertidumbre recorría, uno por uno, los vellos de mi cuerpo. Una especia de escalofrío permanente recorría mi cuerpo, y partes de mis extremidades estaban entumecidas.
_No recuerdo muy bien como empezó el sueño. Sólo conservo en la mente la imagen de estar tirado sobre un piso frío de mármol, el cual era parte de la entrada de un edificio.
_De la imagen que aún perdura en mi mente, recuerdo tener frente a mi campo visual, una enorme habitación de tartáricas dimensiones. Las paredes eran de una especia de mármol oscuro, con colores que podría decir que transcurrían desde el negro, a lo purpureo, con tonalidades índigo, azul oscuro y gris. Todos estos colores distribuidos en el extravagante diseño de las enormes paredes. El piso de este lugar, el cual atinaría a describir como un templo, estaba constituido por losetas de cuadros negros y blancos, a la manera de un enorme tablero de ajedrez, o como el valle del interior de una logia. Enormes columnas se distribuían soportando el techo, el cual era una representación del universo espacial o mejor dicho, del cielo (así como aún se conservan estas representaciones en el interior de algunas iglesias, así como en la de San José de Gracia, mejor conocida como El Calvario, o a la entrada del Templo de a Ascensión, o “catedral”).
_La pared que se levantaba de lado izquierdo mío, al momento de entrar, poseía ventanas en las cuales se podía observar un exterior lúgubre y nocturno. Como si se tratase de uno de los escenarios de los mejores cuentos de Edgar Allan Poe. En la parte central de la habitación se encontraba una especia de mesa, o cama, o altar, o pedestal, sobre el cual se veían algo así como sábanas, hechas de materiales que aparentaban ser manta, o lino, y tul. Al levantarme del frío piso, escuché una voz que me llamaba y me pedía que me acercara. Desde el comienzo me di cuenta de que esa voz provenía de alguien o algo que estaba sobre el pedestal, cubierto por las sábanas.
_Al acercarme poco a poco, el ambiente se llenaba de nostalgia, de una profunda tristeza la cual e comenzaba a llenar de una sensación de incertidumbre que me acongojaba. Para caer en cuenta de que se trataba de una niña de cuerpo pálido y frágil, la cual no tenía piernas desde la altura de las rodillas hacia abajo. Esta niña jamás dijo nada durante el sueño, de hecho, nunca movió los labios. Sólo gesticulaba dándome a entender que me acercara. Sin embargo en todo momento supe que la voz que escuchaba provenía de ella.
_Estando ya cerca del pedestal, comenzó a comunicarse conmigo (mentalmente), diciéndome que no tuviera miedo, y que ella leía mis pensamientos. Fue todo lo que dijo en ese momento, y después de esto no dijo nada, ni volví a escuchar la voz. Yo por mi parte me dediqué a contemplar como gruesas líneas de lágrimas escurrían de sus ojos, humedeciendo las sábanas que envolvían su cuerpo, tratándome de explicar por que lloraba y por que estaba tan triste.
_Una amalgama de sentimientos extraños me comenzó a invadirme, una mezcla de ternura y conmiseración, hasta que poco a poco, era yo el que sentía el sufrimiento de ella y me angustiaba sobremanera ante la impotencia de no poder hacer nada por aliviarle o consolarle. Por el insoportable dolor de verla tumbada, llorando y sin piernas. Sufriendo y yo mortificándome por no ser capaz de pronunciar palabra alguna que la consolase. En este momento, la voz (su voz) se escuchó en mi mente de nuevo, diciéndome que no me mortificara, y sin embargo todos lo sentimientos se convulsionaban más y más dentro de mí, y no atinaba mas que seguir ahí mirándola; contemplándola en silencio, sufriendo su tristeza haciéndola mía.
Y así la miré, y la miré. Mientras su rostro se dirigía hacia las ventanas, y las lagrimas continuaban empapando sus sábanas y sus negros cabellos. Cuando quise tomarla entre mis brazos, con una vaga intensión de sacarla de ahí, me tomo violentamente del brazo, con una de sus manos y me dijo “morirás el diez de diciembre”.
_Con la violencia del episodio final desperté del sueño, dándome cuenta de que quien había estado llorando hasta empapar el lecho, había sido yo. El exabrupto que me arrancó del sueño y me di cuenta de que mi corazón se agitaba violentamente y respiraba con dificultad.
Hasta el día de hoy aún me cuestiono sobre qué me produjo ese sueño. ¿La luz de la luna dándome directamente en el rostro? ¿Las dificultades al respirar o una especie de apnea? ¿Los malestares cardiacos que comenzaban a perturbar? ¿La proyección al subconsciente de un malestar somático? ¿O una verdadera profecía que me comunicaba la fecha del día en que ocurriría mi muerte? No lo sé, pero desde ese entonces comenzaron los sueños de “Cosas Raras”.
Etiquetas:
Autobiográfico,
Literatura Gótica Posmodernista,
Sueños Raros,
Surrealismo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario