La Sombra, By Drako-Konztantyno .´.

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domingo, 28 de abril de 2013

Sexualidad infantil y neurosis. Visión de un Occidente enfermo.



Ensayos sobre las conferencias IV y V de S. Freud,
pronunciados  en  la Clark University, de Massachusetts,  en 1909.

Antes de comenzar el escrito, quisiera dejar en claro que durante mucho tiempo he disentido demasiado con la doctrina psicoanalista. Pese a haber llevado trabajo terapéutico en varias ocasiones desde mi infancia, hasta el momento, en mi humilde opinión personal, no encuentro, salvo las razones similares a las cuales nos llevan a creer en cualquier otro dogma, una fundamentación por demás lógica, para muchas de las enunciaciones y premisas (axiomas tomados como Verdades a priori) más que sofismo filosóficos que deben ser revisados una y otra vez, a través de los anteojos de los tiempos y los contextos, para que no se caiga en la tentación de asumir una postura filosófica como si se tratase de una Verdad universal atemporal.
Sé que la finalidad de este ensayo es discurrir entre dos interrogantes para tratar de integrar los contenidos de cinco discursos. Y la verdad desconozco en sí los por qués. Lejos de parecer prejuicioso, y tratando, los más humanamente posible, de hacer de lado mis prejuicios a las pronunciaciones que a mi parecer a veces me resultan casi pontificales en las cuales se prununciaba Freud. Quisiera dejar en claro que pese a la realización del presente trabajo, sigo manteniéndome en mis posturas originales al respecto.
Me molesta de sobremanera, que pese a que reconoce el trabajo de otros académicos contemporáneos a él en la disciplina. En sus disertaciones (orales y escritas) se deja pasar muy fácilmente sobre constructos sociales y culturales, desdeñando en todo momento a quienes le son ajenos a sus posturas.

Dicho sea esto, comienzo con la actividad requerida.

Según Freud, “las vivencias de la infancia explican la susceptibilidad para posteriores traumas, y sólo descubriendo y haciendo conscientes estas huellas mnémicas/mnesicas, comúnmente olvidadas, conseguimos el poder para eliminar los síntomas”.
                Esta frase, viene a ser uno de los axiomas que forman parte de la semiente del edificio del Psicoanálisis.  Y en la cual se fundamenta casi todo su aparato doctrinario, que con el tiempo y la refinación clínica daría origen al método terapéutico como tal.
Según mencionaba el Freud mismo en los discursos II y III, pronunciados  en  la Clark University, de Massachusetts,  en 1909. Las premisas de Breuer resultaban insuficientes para abordar la Histeria (desorden de conversión). Y creía firmemente que sólo por medio de su tratamiento terapéutico podría llegarse a la resolución de de los conflictos a los cuales a partir del discurso III comienza a referirse como la “enfermedad”.
Ante un grupo de estudiantes, con bombo y platillo Freud anuncia, engalanado de su más pomposa retórica, el descubrimiento de la sexualidad infanti [1]:
El niño tiene sus pulsiones y quehaceres sexuales desde el comienzo mismo, los trae consigo al mundo, y desde ahí, a través de un significativo desarrollo, rico en etapas, surge la llamada sexualidad normal del adulto. Ni siquiera es difícil observar las exteriorizaciones de ese quehacer sexual infantil; más bien hace falta un cierto arte para omitirlas o interpretarlas erradamente”.

 Pese a que se ha venido abordando el tema, aunque muy precariamente desde el s. XVI. Además, afirma que junto a la interpretación de los sueños, es en el escenario de la sexualidad infantil, y sus pulsiones castradas [2], en donde se encuentra el germen que, a la razón de las huellas némicas que nutren,  por el mecanismo de la represión,  la reacción ante los traumas de la vida adulta:         
Pues bien, estamos autorizados a calificar de sexuales a todas esas poderosas  mociones de deseo de la infancia”. [3]

Ahora, teniendo como base argumentativa todo lo anterior, y enfocándonos en la sexualidad del niño; se plantea que es durante esas primeras experiencias de contacto corporal, sumamente placenteras para el infante, cargadas de intensidad y complejidad (libido) en las que se da una disociación/escisión ya que el objeto [4] de su deseo es el sí mismo (autoerotismo, Havelock Ellis).

El infante, conforme crece, se apropia de su propia excitación al ser consciente de sus propias zonas erógenas, que le son fuentes de placer: sus genitales, boca, ano, piel, etc.

Esta disociación a la que Freud refiere, es la introspección del placer sexual del infante; tan alejado de los “fines prácticos, ‘normales’ y ‘naturales’ de la reproducción de la especia” (énfasis personales). Presciendiendo del “objeto” ajeno. Hasta que poco a poco exterioriza su foco de atención y satisfacción erótica extroyectandola a situaciones y personas según continúa creciendo y desarrollándose. Es decir, se identifica a alguna actividad placentera o con alguna persona.

Todo lo anterior explica la sexualidad del infante, vista desde los plomizos t embotellados lentes de Freud.  Sin embargo no nos explican por sí mismo, el síntoma de la patología posterior. La causa, según él, se encuentra en la no resolución de estas etapas. Lo que según él, conducen a la neurosis (por represión) o a la perversión (al no ser reprimidas, sino por el contrario). Teniendo en la época de la adolescencia/pubescencia el escenario en el cual se agudiza las castración/censura represiva:

Pero no a todos los componentes pulsionales originarios se les permite participar en  esta conformación definitiva de la vida sexual. Aún antes de la pubertad se imponen, bajo el influjo de la educación, represiones en extremo enérgicas de ciertas pulsiones, y se establecen poderes anímicos, como la vergüenza, el asco, la moral, que las mantienen a modo de unos guardianes. Cuando luego, en la pubertad, sobreviene la marea de la necesidad sexual, halla en esas formaciones anímicas reactivas o de resistencia unos diques que le prescriben su discurrir por los caminos llamados normales y le imposibilitan reanimar las pulsiones sometidas a la represión”.

Continuando en esta índole, inicia el quinto y último discurso. Afirmando que en todos los procesos que son parte del desarrollo, “se encuentran los gérmenes de la predisposición patológica”. Solo qué, según él, aquellos que son más funcionales, las mantienen sólo en su estado latente, mientras que el “enfermo” es en quienes esa predisposición emerge, ya sea por las experiencias previas, o por otro tipo de “anormalidades” o tendencias, también patológicas según esto, de “regresión” (infantilismo). Conduciendo, como mencionaba ya en párrafos anteriores, a la perversión,  en sustitución de la “meta sexual normal” por otra.

La predisposición a las neurosis deriva de diverso modo de un deterioro en el desarrollo sexual. Las neurosis son a las perversiones como lo negativo a lo positivo: en ellas se rastrean, como portadores de los complejos y formadores de síntoma, los mismos componentes pulsionales que en las perversiones, pero producen sus efectos desde lo inconsciente; por tanto, han experimentado una represión, pero, desafiándola, pudieron afirmarse en lo inconsciente. El psicoanálisis nos permite discernir que una exteriorización hiper-intensa de estas pulsiones en épocas muy tempranas lleva a una suerte de fijación parcial que en lo sucesivo constituye un punto débil dentro de la ensambladura de la función sexual. Sí el ejercicio de la función sexual normal en la madurez tropieza con obstáculos, se abrirán brechas en la represión {esfuerzo de desalojo y suplantación} de esa época de desarrollo justamente por los lugares en que ocurrieron las fijaciones infantiles.
“ …  La huida desde la realidad insatisfactoria a lo que nosotros llamamos enfermedad a causa de su nocividad biológica, pero que nunca deja de aportar al enfermo una ganancia inmediata de placer, se consuma por la vía de la involución (regresión), el regreso a fases anteriores de la vida sexual que en su momento no carecieron de satisfacción. Esta regresión es al parecer doble: temporal, pues la libido, la necesidad erótica, retrocede a estadios de desarrollo anteriores en el tiempo, y formal, pues para exteriorizar esa necesidad se emplean los medios originarios y primitivos de expresión psíquica, Ahora bien, ambas clases de regresión apuntan a la infancia y se conjugan para producir un estado infantil de la vida sexual”.

La reconducción consciente de las represiones inconscientes.
El asunto sobre los “descubrimientos” de Freud, no quedan meramente en los postulados. Él, pese a todo, se esfuerza por ofrecer un método aplicable y replicable. El cual obviamente tenga como finalidad la resolución de esos conflictos.
                Propone que estas conductas patológicas se explican, a nivel operativo, en el adulto, como una aversión/fuga de la realidad apremiante. Una resistencia hacia el mundo exterior.
                Sin embargo, el proceso terapéutico, que tiene como finalidad hacer consciente lo inconsciente. Su premisa es que por medio de esto, es que estas fantasías inconscientes pierden fuerza cuando se las reconoce. Ya que al ser visibles y tangibles, se pierden posibilidades de enajenarse en ellas.
                Otro es el caso de quien tiene algún talento artístico, quien puede desfogar estas pulsiones libidinosas, puede sublimar estas tendencias de manera creativa por medio de la aplicación de su talento, en un fin que se considera social y culturalmente muy edificante.
                Y finalmente, resta el recurso psicoanalítico, con la finalidad de encausar esas energías libidinosas a su cauce “normal”  en la satisfacción “natural” de manera directa en la vida.

Fuente: Cinco conferencias sobre psicoanálisis. (1910 [1909]). Über Psychoanalyse.
Referencias:
1.     Pese a que la literatura reporta que se vienen realizando observaciones más o menos  serias; y por serias entiéndase por documentadas, controladas y hasta un cierto punto controladas (es decir, aplicándose algunos de los rudimentos que posteriormente daría origen a la razón de la metodología científica) desde la época del Emperador Maximiliano II de Austria.
2.       “... mociones de deseo en la infancia…”
3.       The emotion of sex-love; A Preliminary Study of the Emotion of Love between the Sexes.  Stanford Bell.
4.       Me conflictúa horriblemente mencionar la palabra objeto. Más bien creo que sería el sujeto de placer, puesto que se trata de uno mismo. Y aún teniendo en cuenta que lo refiere como objeto/objetivo.

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