La Sombra, By Drako-Konztantyno .´.

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martes, 26 de mayo de 2009

Requiem por un Fracasado


Esta es la historia de un joven idealista
que buscaba la felicidad. A lo largo de su
vida, había experimentado vivencias que le
hacían anhelar, y tener esperanzas en pro
de un mundo mejor...

_ Sus amigos muchas veces se burlaban de él,
otras personas trataban de ponerle obstáculos
y pruebas. Llegado un momento, tuvo que sufrir
con tal de alcanzar sus sueños.

_ Un día, pese a ser un incorregible ateo,
despertó con la idea de que sería
ministro. Todo tenía sentido. El ministerio
necesitaba de jóvenes buenos e idealistas
dispuestos a entregar sus vida en la
construcción del "Reino". Ellos tenían
la estructura, y él aportaría sus fuerzas
luchando a favor de la justicia social.
¡Parecía muy buena idea!

_ Estudió infatigablemente para ser ministro,
a la vez que trabajaba e iba a clases para
tener un diploma de maestro que le garantizase
al menos un plato de vegetales en su mesa.

_ De pronto, cuando menos lo esperaba, le llegó
una carta desde el extranjero, en la cual se le
encomendaba empezar a enrolarse en el servicio.
Con gusto y valentía aceptó, y con determinación
y coraje construyó un sueño.

_ De pronto ese sueño se volvió una realidad
y mucha gente depositó sus esperanzas en él
y en sus esfuerzos. Hubo días en los que
cansado y abatido quiso retractarse y renunciar
hasta que un día, cuando iba a comenzar su ministerio
lleno de temor y de duda, llegó a una comunidad
muy pobre. Ahí se juró a sí mismo que haría todo
lo posible por ayudar a la gente. Quizá si hubiese
creído en un dios, en ese momento se hubiera
comprometido con él.

_ Ante gente pobre que le abría su corazón, el
joven ministro se conmocionó hasta lo más profundo
de su interior. Terminada la ceremonia en la que se
le daba su primer nombramiento, pensó muy seriamente
en ser un luchador social. ¡Un líder de los oprimidos!.

_ De pronto, se vio admirando a Leonardo Boff,
a Méndez Arceo, a Samuel Ruíz, a Arnulfo Romero,
y a muchos otros. Un día en Cuernavaca, entró a una Iglesia
donde vio un retrato del obispo Arceo, y desde entonces
quiso vestir una túnica como la de él.

_ Un día supo de un hombre bueno hasta la bondad misma.
Un hombre blanco como el pan, y noble como paloma.
El Arzobispo Ken Maley, se volvió uno de sus personajes favoritos,
porque trabajaba sincera y desinteresadamente por los pobres
y por todos los fines sociales habidos y por haber...

_ Después de conocerle, se prometió que este buen hombre
le ordenaría al ministerio, y así fue por la imposición
de sus manos, quedó hecho pastor, y se prometió
que él continuaría con el trabajo que Dom Maley dejase inconcluso.
A partir de ese día recorrió pueblos y comunidades, y en vez
de dedicarse a darle opio a la gente, les forzaba a que
reflexionasen, pensasen y se cuestionasen.

_ Un día se aprovecharon de lo que él hacía, y gente
mala le tendió una trampa, curiosamente esa trampa
provenía de quienes se suponen sí creen en un dios,
pero en fin, -nada peor hay que la traición-, hasta su
dios fue traicionado. Y evidentemente por mucho menos
que treinta monedas de plata, fue vendido y humillado.
Fue desposeído y le quitaron del servicio.

_ Cansado ya de tanta porquería, renunció un par de años,
hasta que un día le llegó una buena oferta.
Le convidaban a seguir en el ministerio, en otro grupo.
Pero esta vez no tendría que sacrificarse tanto,
al contrario, le brindarían sus estudios de forma gratuita,
y sólo se le pedían mínimos requisitos. En menos de lo
que él imaginara, ya se habría convertido todo un ministro
ordenado y con estudios, académico y esnobista.

_ Se casó con una buena mujer, amiga de su infancia, quien
también había sido ministra. Ambos visualizaron un proyecto
económico para construir una capilla en dónde ejercer.
Recorrieron muchos lugares financiando el proyecto, y con
el tiempo les llegaron los hijos.
Al verse de pronto tan alejado de sus intenciones originales,
consolaba sus remordimientos, diciéndose a sí mismo que después
de construida la capilla, se daría tiempo de regresar con los
pobres y con los indígenas para ayudarles a cambiar un poco
su desfavorable realidad.-Había otras prioridades,
tenía una familia- pensó, y por tanto había que seguir trabajando.

_ Pasaron los años y una hermosa capilla de arquitectura moderna
fue cobrando forma ante sus ojos, al igual que sus pequeños
hijos crecían y su matrimonio caía en la monotonía y sólo
guardaban recuerdos de cuando viajaban por el mundo
recaudando fondo para la iglesia. Recordando aquel
romántico viaje a París, donde el Rotary Club dio generosos
subsidios y su esposa quedó embarazada de su primer hijo.




_ De pronto se dio cuenta de que habían pasado muchos años
desde que dejó de ser aquel joven idealista. Todo había cambiado.
Se vio todo viejo y fofo, parado a la entrada del servicio
dominical, rodeado de gente petulante y falsa que con gracia le
llamaba "padre". Se miró a sí mismo en el reflejo de una cascada
de cristal que se disponía a la entrada de "su" templo. Vio a un
hombre obeso ridículamente vestido con afeminados enseres.
Se vio lleno de hijos y compartiendo su vida con el prototipo
de mujer, conformista, abnegada, madre y esposa,
que durante su juventud, tanto le había chocado ver en las mujeres.
Vio su cuello rodeado por un collarín, que aunque blanco,
no dejaba de ser una cadena. Una cadena muy similar a la con
que se ata a los perros.

_ Vio que se encontraba manteniendo a una familia a base
del engaño, el engaño de los tontos. Y que había pasado toda
su vida dedicado a obtener dinero de los demás, a cambio de
promover algo en lo que él ni siquiera creía. Que había sido
un parásito social en vez del luchador social que siempre
quiso ser.

_ Fracasado se vio entonces. Engañado por sí mismo.
Se tragó las mentiras que él mismo se dijo, y de las
que antes se había librado. En un arranque de lucidez;
cuando su verdadero yo salió a flote de entre un mar
de engaños y vio cómo había desperdiciado su existencia
en la búsqueda de una comodidad nefasta, pagando el
alto costo de sus ideales, sacrificando su verdadero
yo. Siendo lo peor de todo que trató de consolarse
una y otra vez con mentiras que poco a poco le pudrieron
la consciencia.

_ En ese mismo entonces, se vistió con las más exquisitas
ropas clericales que encontró. Hizo que tocaran las campanas
de la capilla, y llamó al florista para que adornase
con rosas negras y rojas todo el interior del edificio.
Buscó la liturgia que le pareció más apropiada, pidió
al organista que tocase los mejores himnos y que al final
tocase el "Requiem" de Mozart. Pidió a las más hermosas
jovencitas de su congregación que vistiesen de rojo con
roquete blanco para que le acolitasen. Se inspiró a tal grado
que cualquier feligrés se lo hubiera atribuido a la
Gracia Divina, dando el sermón más elocuente de toda su vida;
predicando los verdaderos ideales que le habían llevado
hasta ese lugar.

_ La gente conmocionada aplaudía cuando sonó el salmo
preparativo. En el rostro de las regordetas damas, se veían
algunas prófugas lagrimas, y a más de un buen hombre se le
hizo nudo la garganta. Los pocos jóvenes que frecuentaban los
servicios, por vez primera sintieron las palabras retumbar en
su interior.

_ Después de que el organista tocó la última nota, dispuesto
todo en la mesa por las diaconisas para la celebración del memorial,
elevó los brazos para decir la plegaria del día.
-Oh Señor, perdónanos nuestras mentiras, y el daño que llegan
a causar- Por un momento quiso creer en la existencia de dios.
-Ten misericordia de tus hijos que fallan durante su camino,
y que se ven tentados por las riquezas y los bienes materiales.
Perdónales sus pecados, porque no hay peor pecado que aquel
que atenta contra sí mismo y destruye su integridad.

_ Dicho esto se acercó al altar. Dijo las palabras conmemorativas
de siempre:
"Terminada la cena, repartió el pan diciendo, tomen y coman
que este es mi cuerpo"
Tomando entre sus manos el pan, lo partió y lo elevó sobre su mirada.
"De igual manera tomo el cáliz y lo bendijo a la usanza de Elías el
profeta, dio las gracias por el cumplimiento del pacto, y lo repartió
entre sus discípulos diciendo 'esta es mi sangre, la de la nueva alianza'
Realizó el rito como miles de veces lo había celebrado. Sólo que en esta
ocasión, en vez de añadirle al vino agua y unas gotas de vinagre,
le vertió un chorro de cianuro.


_ Elevó la copa con vino y el plato con pan, que simbolizaban
la fe de la gente reunida ahí; el símbolo de un milagro de esperanza.
Esperanza en un mañana incierto, esperanza en la irrealidad.
Comió un poco de ese pan, y bebió todo el contenido de la copa
y cuando el organista tocaba la primera nota del "Requiem"
el ministro cayó muerto sobre el altar.

FIN.

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