La Sombra, By Drako-Konztantyno .´.

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domingo, 12 de diciembre de 2010

Para Conmemorar y Celebrar a Nuestra Señora de las Mesoaméricas.

[Aquí les dejo la Segunda Edición del capítulo de mi libro, La Gran Diosa, dedicado a Nuestra Señora de las Mesoaméricas]




NOTA INTRODUCTORIA AL CAPÍTULO IV:
“Compartiendo un nuevo punto de vista”.

Antes de comenzar este capítulo, me gustaría dar un breve testimonio de lo que ha sido mi experiencia con la representación iconográfica del Sagrado Femenino al cual llamamos “Nuestra Señora de Guadalupe”.

Yo sé que hablar sobre el Mito Guadalupano siempre, sin excepción alguna, implica entrar en polémica. Últimamente llegué a la conclusión, de que como en todo lo demás, cada persona guarda su propia opinión al respecto. Muy en especial entre aquellos y aquellas que se acercan a estudiar este fenómeno socio-cultural llamado Guadalupanismo.

Quiero destacar que, con lo que voy a mencionar en este capítulo, no pretendo ofender o herir la susceptibilidad de nadie. Sino por el contrario, pretendo brindar una nueva versión (la propia, fundamentada en mi relación personal con los atributos femeninos de la Divinidad representados por Ella) con la cual se enriquezca la perspectiva del lector. Con la única finalidad de ampliar su experiencia, en caso de que se tenga, de la relación individual que guarde con esta manifestación/representación de la Divinidad que recibe por nombre “Nuestra Señora de Guadalupe”.

Durante mucho tiempo, cuando era un joven protestante que buscaba respuestas con relación a lo sagrado, el hombre y su experiencia con la Divinidad. No podía comprender el trasfondo histórico, cultural, tradicional, folclórico, y, finalmente, espiritual que subyace en el maravilloso culto que el pueblo mexicano le ha brindado a esta deidad femenina. Ahora que tengo una perspectiva un poco más amplia, no me queda más que admirar, asombrarme, y agradecer que mi pueblo se identifique tanto, que ame tanto, a la faceta femenina más importante de Dios. Sin embargo, a riesgo de parecer poco humilde, me gustaría decir que a veces siento que mi experiencia con Tonantzin-Guadalupe, es aún más basta que la que tiene el mexicano/latinoamericano promedio, quien ve en ella sólo al aspecto/atributo de la Maternidad Sagrada. Yo por mi parte veo en ese sencillo rostro moreno, indígena, a la imagen/símbolo que más pudiera acercarse a la representación iconográfica más acertada de la Divinidad. Esto es; que yo no veo en ella sólo un atributo, yo veo en ella a la representación/imagen de Dios mismo.

La experiencia que he tenido con el Sagrado Femenino, fue quizá la razón más importante que me llevó a abandonar la religiosidad de la cristiandad oficial y decirme, de una vez y definitivamente, incorporarme plenamente al St. Johns Center. En muchas de las comunidades que integran al St. Johns Center, la experiencia espiritual con Nuestra Señora de Guadalupe ha resultado ser quizá el tesoro más valioso que se posea. Incuso muchos de los líderes de nuestras comunidades comparten una opinión muy abierta con respecto al Sagrado Femenino, al grado tal que en muchos países sudamericanos nuestros ministros/sacerdotes (ministras/sacerdotisas) son conocidos como los padres y madres guadalupanos (as), e incluso en algunos países adoptaron como nombre oficial el de “Iglesia Guadalupana”.

Teniendo este marco de referencia, quiero compartirles entonces este capítulo, que pese a que pretende dar una expectativa diferente del Mito Guadalupano, también brinda una visión fundamentada en la experiencia de lo Sagrado Femenino a través de Tonantzin-Guadalupe. Y prefiero para este caso optar por el epíteto de “Tonantzin” que en Náhuatl significa “Nuestra Madre”, en vez de el de “Virgen”, porque como les decía, en mi experiencia como ex protestante me resulta sumamente difícil establecer una relación entre Ella con la mujer histórica (Santa María, la madre carnal/terrenal de Jesús) que vivió en Palestina hace cerca de dos milenios; a menos claro de la paradoja teológico de que Dios es Todo y está en Todo, que podría a venir a conciliar mi conflicto iconográfico-conceptual. Sin embargo no encuentro impedimento alguno para identificarla directamente con La Divinidad a través del simbolismo indígena de mis antepasados.




Comenzar a ver desde una perspectiva indígena y una versión histórica censurada.

Algo muy importante que, me gustaría destacar es que para este capítulo, fue necesario recurrir a las fuentes orales tradicionales indígenas. Ya que exponer el presente capítulo visto sólo desde la perspectiva europea y europeizante que predomina al abordar el Tema Guadalupano, sería presentar una perspectiva parcial de cómo fueron observados los hechos por sus protagonistas.
Además debemos considerar que tras la iconoclastia promovida por los conquistadores espirituales para eliminar y destruir las tradiciones, creencias y cultura en general de los indígenas, éstos tuvieron que recurrir a la tradición oral para mantener sus “secretos”. Hoy en día quienes han guardado una tradición oral muy fuerte, la cual se ha negado a desaparecer, se ha dado entre los descendientes de los grupos indígenas toltecas. En especial entre aquellos que se preparan para ser iniciados en el shamanismo tradicional, el cual aún subsiste.

En el caso de los nahuatlacas, la situación fue muy similar. Destruidos sus códices, la mayoría de los eruditos recurrió a la tradición oral para perpetuar la sabiduría indígena, la cual agoniza, pero no perece, en las voces de nuestros abuelos. Ejemplos como los mitos de la Fundación de la Gran Tenochtitlán, la leyenda prehispánica de Cihuacóatl (la cual posteriormente daría origen a la leyenda de “La Llorona”, popularizada en la época colonial), la versión azteca del mito de Ketzalcóatl (la leyenda de su tercera encarnación como Ce-Acatl Topiltzin Quetzalcóatl), y las leyendas derivadas de ésta como las de “El Tepozteco” y “El Teponaztle”, nuestras generaciones se las deben a las benditas memorias de nuestros ancestro y abuelos.

Muchos defensores del llamado “Mito Guadalupano”, entendido como la versión “oficial” y dominante guardada y aceptada canónicamente por la Iglesia católica romana, el Nican Mopohua , alegarán que muchos de los primeros apologistas de esta versión fueron indígenas , y que escribieron sus obras en sus propias lenguas (transliteradas claro está). Lo que no mencionan es que se trataba de indígenas aculturados, en su mayoría extraídos de sus contextos indígenas desde niños, educados a la usanza española y bien adoctrinados en el dogma católico. Las versiones netamente indígenas de las múltiples apariciones de Nuestra Señora, fueron condenadas al secreto, al silencio de lo oculto, por estar proscritas por las autoridades de una bien instaurada Inquisición Española, en México.

Las apariciones de una Deidad Femenina, fueron eventos característicos y recurrentes entre las creencias del folklor de los nativos de la Norteamérica Indígena anteriores y posteriores a la conquista española. En época del Rey Felipe IV, los relatos narrados por los nativos a los frailes misioneros horrorizaron a más de una de las autoridades, tanto civiles como religiosas, de la Nueva España. Al enterarse que las “apariciones” de quienes ellos consideraban como “Nuestra Señora ,La Santísima Virgen María” eran un denominador común, y recurrente, entre los pueblos indígenas emparentados lingüísticamente con las variantes dialectales en las que el Náhuatl tuvo sus orígenes.
Hopis, Jumanos, Pimes y Nahuatlacas dieron testimonio de las apariciones de una Señora que venía comunicando un mensaje de amor y de paz. Documentos que avalan tales afirmaciones llegaron a la correspondencia del ya mencionado monarca, y en épocas modernas, el autor español Javier Sierra ha sido de los pocos interesados en desarrollar una investigación seria sobre estos acontecimientos. Que no terminaron aquí, sino que muy probablemente hasta bien entrado el siglo XX.




La Revelación del Sagrado Femenino en América.

En Oriente...
Desde los montes Carmelo y Sinaí,
en Athos, el Cáucaso, en Ur,
y hasta llegar al Tíbet y a los Himalayas.
Dios se reveló como Padre.
El Anciano de Barba Blanca.


En Occidente…
Desde las Tierras Awatovi,
hasta las Pampas,
Pasando por las tierras Mayas y Nahuatlacas.
Bajo la luz de la luna
y en la santidad de la naturaleza.
Dios nos reveló su gran belleza,
con apariencia de mujer.
Como Madre y Señora…
Nuestra Señora de las Indo-Américas.


☠Drako-Konztantyno††.’.





CAPÍTULO IV: “La Revelación de la Maternidad Divina en Tierras Amerindias”.

Como mencionábamos antes, el despertar hacía las espiritualidad femenina se dio en el momento histórico que conocemos como el Renacimiento. Pero, este despertar no sólo se dio en Europa, sino también en el otro lado del orbe.

Mientras alquimistas, metafísicos, hermetistas, cabalistas, gnósticos y otros ocultistas, experimentaban explorando el arquetipo del Sagrado Femenino, en el arte, en las ciencias, en la cultura y a través de las diversas órdenes ocultas de espiritualidad. Y las masas se lanzaban a la devoción popular de las advocaciones más famosas y representativas de la nueva forma de religiosidad. Sucedió un hecho que vino a transforma de fondo el sentido de la Revelación de la Divinidad hacia los hombres. Pero sólo que esta vez, la Divinidad se manifestaba al otro lado del mundo y teniendo rostro de mujer [1].



LAS GRANDES PROFECÍAS INDÍGENAS EN AMÉRICA.

Durante el Reinado de Moctēucuhzōmā Xōcoyōtzin (Mejor conocido como Moctezuma II) Sucedieron en la Gran Tenochtitlán una serie de eventos que fueron tomados como el inicio de una secuencia de presagios que habían sido profetizados por los sacerdotes del Templo de Huitzilopochtli desde la época de la fundación de dicha ciudad. Estas predicciones fueron registradas en los códices del Templo Mayor y tales eventos ahí descritos comenzaron a ocurrir durante el reinado de este emperador mexica.

Cuenta la historia, que cierto día se encontraba el Huey Tlatoani (Emperador) haciendo un paseo nocturno por su palacio y, que en cierto momento, escuchó un grito estremecedor. Un sonido agonizante que parecía producido por una mujer doliente, el cual se extendía produciendo un terrible eco por toda la ciudad.
De inmediato Moctezuma acudió a los sacerdotes-astrónomos que se hallaban cerca del Lago de Texcoco (quienes se dedicaban a la observación de las estrellas para establecer las fechas del calendario).

“Es Cihuacoatl[2] — Le dijo el más anciano de los sacerdotes que allí se encontraba —;se trata de la profecía descrita en los códices fundacionales”.

Inmediatamente la comitiva se dirigió hacia el Gran Teocalli (templo) de Huitzillopochtli, que era el punto más elevado de la ciudad, para poder observar de qué se trataba. Allí, el Emperador y los cuatro sacerdotes, incluido el sabio anciano, pudieron observar entre las tinieblas de la oscuridad, a “Una Mujer de Resplandor Blanco que Venía Caminando Desde el Oriente”.

El lamento de esta entidad, duró toda la noche. Entre sus funestos alaridos advertía a los habitantes de la ciudad que el fin y la destrucción de la misma estaban cerca (tal como lo habían profetizado los códices ya mencionados) y además, advertía también que el sistema imperial y la realidad en la cual vivía el pueblo azteca, cambiaría violentamente de la noche a la mañana.

A partir de esta peculiar aparición, que se estima ocurrió alrededor del 20 de abril de 1512, que fue la primera de una serie de señales que predecían el advenimiento de la caída del Imperio y el establecimiento de un nuevo orden dentro de las Tierras Mexicas. Los sacerdotes más sabios y más ancianos de las diversas órdenes sacerdotales de los templos de la Gran Tenochtitlan, se dedicaron a la exegesis de los archivos y códices de la ciudad. Cuando presentaron el informe al Huey Tlatoani, le informaron que la aparición de aquella noche era efectivamente la diosa Ciuacóatl quien había vuelto del Inframundo para anunciar el inminente fin del Imperio Azteca y su sistema.


Según los eruditos sacerdotes, este era el sexto pronóstico de los profetas. Los cuales fueron los siguientes:
• Una columna de fuego (probablemente la visión del cometa Halley, visible en 1472).
• El Teocalli de Huitzilopochtli fue arrasado por el fuego y nadie pudo evitar que las llamas lo consumieran.
• Un rayo, del cual no se escuchó estruendo alguno, destrozó el Teocalli de Xiuhtecuhtli.
• El impacto de un meteorito desplegó una serie de fenómenos atmosféricos visibles desde la ciudad. El estruendo que provocó causó el derrumbe de parte del palacio imperial.
• Las aguas del Lago de Texcoco parecieron hervir a causa de un fuerte viento que sopló desde el oriente, inundando una parte de la ciudad.
• Se cazó un extraño pájaro parecido a una grulla. En cuyos ojos se podían ver a unos hombres desconocidos que “hacían la guerra y venían a cuestas de unos como venados”.
• Y por último. La llagada de bestias monstruosas de dos cabezas revestidos de metales y que escupían fuego (se presume se referían a los invasores a caballo con armas de fuego).


Resultando acertadas las profecías, y ocurridas pues las señales, comenzó el proceso de la conquista por parte de los invasores españoles.

Esto quizá pareciera no tener gran relevancia para el asunto que hemos hablado en esta serie de capítulos. Sin embargo, existe una extraña conexión entre estos eventos desafortunados para la civilización azteca, y otro que señala el comienzo de una "nueva era" para los pueblos indígenas de América.



Después de la oscuridad,
surge el alba.
Y de la tormenta;
la calma.
De las tinieblas,
siempre llega el resplandor de un nuevo amanecer.
(y) Tras la oscuridad de la noche,
un nuevo Sol vuelve a brillar.


~Dicho Náhuatl~.



Pero, esta vez ocurrió algo verdaderamente sorprendente. El Sol ya no sería representado como hombre, sino como una mujer, revestida de hermosos simbolismos.



LA REVELACIÓN DE LA DIVINIDAD, FEMENINA, EN AMÉRICA.

Algo bien importante que hay que rescatar dentro de la tradición indígena prehispánica, es que nuestros pueblos amerindios, especialmente aquellos que se encontraban en Mesoamérica, se hallaban esperando la llegada de un acontecimiento de suma importancia.

Desde épocas ancestrales. En la oscuridad de los tiempos. Cuando florecieron las Tres Tollanes (Chichen-Itza, Tula y Teotihuacán) por obra de las tres encarnaciones del divino Ketzalcóatl. Los pueblos que recibieron una instrucción directa de este dios, fueron enterados de que un acontecimiento formidable reuniría por completo las culturas y civilizaciones conocidas por el hombre prehispánico.

Cuando los eventos históricos fuero ocurriendo. Todos llegaron a creer que este "gran acontecimiento" se trataba nada más ni nada menos que del ascenso al poder del Imperio Azteca bajo el dominio de la tribu mexica. Sin embargo, muchos pueblos pusieron una gran resistencia ante el avance de la hegemonía del Imperio Azteca. Particularmente los reyezuelos de las tierras mayas, quienes se negaban, principalmente, al sometimiento espiritual por parte de los mexicas.

Algo que hay que mencionar, es que pese a que los aztecas respetaron los cultos a la pluralidad de deidades y sus distintas representaciones, siempre, como símbolo de sometimiento entre los pueblos conquistados, los aztecas acostumbraban erigir templos dedicados a los dioses de la metrópoli. Y en tiempos de Tlacaélel, además de imponérseles tributo a los pueblos sometidos, también se les exigía que le reconociesen a él como Máximo Sumo Sacerdote (Algo así como hicieron los romanos con la divinización de los césares).

Ya que nos encontramos mencionando a Tlacaélel, hay un evento histórico que ocurrió durante su vida que merece una especial atención. En un algún momento del siglo XV convocó a un Gran Concilio General al cual asistieron representantes las escuelas sacerdotales de todas las regiones de América. Incluso hay quienes afirman que estuvieron presentes algunos representantes de los pueblos incas. La finalidad principal de este concilio fue la de revisar ampliamente las escrituras sagradas indígenas con el fin de evitar el mencionado cataclismo que se esperaba ocurriera de un momento a otro [3].

Se dice que los representantes de la facción de las tierras mayas, discreparon respecto a los nahuatlacas sobre su interpretación de los textos sagrados. Ya que en estos se mencionaba la unificación cultural y espiritual de los indígenas por medio de un culto solar unificado. No bajo el dominio militar que habían impuesto los aztecas. Ante esto la facción nahuatlaca argumentó que ese sistema de veneración al Sol, sería por medio de un culto unificado al dios Hutzilopochtli. Los mayas opinaron que no podrían ser forzados a abrazar un culto por medio de los métodos violentos, puesto que esto contradecía lo descrito por los textos sagrados de las Tres Tollanes.

Finalmente, el Sumo Sacerdote maya de Ketzalcóatl (Kukulkán para los mayas) fue destituido, por los aztecas, de su insignia como sumo sacerdote, y esta fue añadida a las insignias de Tlacaélel, con lo cual se autoadjudicaba una supremacía moral y religiosa, por la cual muchos le acusaron de pretenderse una falsa encarnación del dios.

El concilio dio un giro cuando la impopular propuesta de unificación bajo el Imperio Azteca fue tajantemente rechazada por la mayoría de los sapientísimos sacerdotes presentes quienes se negaron a aceptar tal atrocidad. A partir de este momento, la política oficial de terror fue impuesta. Fue entonces cuando Tlacaélel propuso la veneración a Hitzilopochtli a través de las "guerras santas" y los sacrificios humanos.

A esto le siguieron las campañas militares conocidas como "Guerras Floridas" y los sacrificios masivos en el Gran Templo de Tenochtitlán. Según cuentan los códices de la época. Los aztecas iniciaron esta campaña de sacrificios humanos, como un esfuerzo extraordinario por evitar la caída del imperio y la muerte de su dios Huitzilopochtli ―Lo que demuestra que ni aún ellos estaban convencidos que la unificación llegaría a los pueblos mesoamericanos por medio del dominio mexica y el culto a este dios—.

¿Quién iba a pensar que la unificación espiritual de los pueblos lo iba a encabezar una humilde y casi insignificante deidad otomí denominada "Tonantzintla" (traducida al español como "Nuestra Madrecita")?





UNA DIVINIDAD MAYOR QUE HUITZILOPOCHTLI.


Tonatiuh, Meztli ihuan Citlalli
Iliicatl, ica mochi Iyoyoliztli
Natzi chicahualiztli Tlen Ochihui.


“El Sol, la Luna y las Estrellas
del cielo, con todo su movimiento,
develan el poder de Quien las hizo”

~ Proverbio Náhuatl~.



Así como los samaritanos veneraban a Dios en el monte, en lugar del Templo. Así los pueblos indígenas pacíficos veneraban a la Divinidad en la Naturaleza y no en los templos de los sacrificios. Esto ha sido parte de la más auténtica espiritualidad indígena.

En un cerro de la región donde habitaba la población otomí, el cual llevaba por nombre del "Tepeyac" se encontraba un santuario natural en donde una serie de eventos sobrenaturales relacionados con la naturaleza comenzaron a ocurrir desde mucho antes del poderío azteca en la región, y los cuales continuaron aún después de la conquista española. Este santuario era la cuna de la veneración a la Gran Diosa Madre en tierras amerindias. Pero; como aún lo sigue siendo, esta Diosa era la representación de la maternidad entre la gente sencilla y de costumbres simples. Su culto, en vez de basarse en severos y complicados rituales, se fundamentó en una simple y sencilla veneración por la naturaleza. En el santuario del Tepeyac, a Tonantzintla se le ofrendaban primicias, ofrendas de frutos, cosechas y flores y lo más sorprendente es que en su culto no intervenía la casta sacerdotal. Es muy probable que, en vez de ser propiamente una divinidad personificada, se tratara más bien de una especie de concepto divinizado, un arquetipo sagrado: la Maternidad.

De hecho, la presencia de su culto, fue haciéndose también popular entre la población nahuatlaca de la región. A tal grado, que fue a un nahuatlaca, a quien la Gran Diosa, se le reveló: Cuauhtlatóhuac, alias "Juan Diego".




DEVELACIÓN DEL CULTO SOLAR.

En todas las culturas ha estado siempre presente el arquetipo del Gran Dios Sol. Entre los ocultistas se le conoce como el Sol Místico o Sol Espiritual, el cual, sin dejar de ser una representación iconográfica de la divinidad solar, su simbolismo tiende a tener una trascendencia de vital importancia para las culturas.

En oriente y occidente, al Sol Espiritual se le representó como dioses masculinos: Mitra, Apolo, Ra, Helios, entre otros. Más adelante cuando los avatares instruyeron a la humanidad, este Sol Espiritual adquirió un significado más amplio con respecto al simbolismo sagrado. Entonces el culto solar fue asociado a las denominadas "encarnaciones" de Dios o de la “Consciencia Divina”: Los Iniciados, Portadores de Luz y conocimiento (Gnosis). No es en lo absoluto raro, ver representaciones de Dyonisos, Krishna, Ramma, Buddha, y Cristo en las cuales se les ve venir desde el Oriente con el sol a sus espaldas.

Esto es verdaderamente representativo porque simbolizaron una nueva era para los pueblos a quienes les otorgaron su revelación y sabiduría divina.

Pues bien. En América sucedió algo completamente curioso. La figura que procede del Oriente y con el sol a sus espaldas, fue nada más y nada menos que una mujer, quien además en su simbolismo denotaba la síntesis de ambos arquetipos en uno solo: el Padre y el Hijo. Y además de eso, poseía una característica sumamente peculiar. El disco solar no es representado sobre su cabeza, sino por el contrario; Ella misma es el Resplandor del Sol.

Quien sabe de simbología indígena, no me dejará mentir que este hecho es por demás significativo, ya que el mensaje de la Divinidad era claro. Era ella aún mayor que el dios del sol Huitzilopochtli.

Y así, en la fecha en la cual finalizaba el calendario azteca, El Quinto Sol. El día del solsticio de invierno de 1531, la Divinidad se reveló en América, en occidente, teniendo un rostro de mujer. De una mujer indígena y hablando en Náhuatl.

Además, hay otro símbolo curioso con respecto a la sabiduría iconográfica sagrada universal. El color azul cobalto del cual se revestía la Gran Señora Del Sol, no es una mera coincidencia, sino más bien una realidad arquetípica relacionada con los más altos valores relacionados con lo sagrado. Se bien que una explicación simplista y cursi, como la que ofrecen los católicos al respecto, es decir que esto se debe a que María, es la “Reina del Cielo”. Sin embargo, hay una realidad recurrente entre la iconografía universal de lo sagrado. Por ejemplo, el manto azul cobalto lleno de estrellas sólo podía ser usado por el emperador Moctezuma, porque reunía sobre sí los atributos de Emperador y Sumo Sacerdote simultáneamente, con lo cual se le daba una categoría divina. En muchas regiones del mundo, los místicos han descrito el estado de éxtasis como ser envueltos en un resplandor azul. En las practicas yogicas, se describe que al alcanzar cierto grado de iluminación, se alcanza la observación de una perla del mismo color, la cual no es sino una partícula de lo que hay “del otro lado”. En todo el sudeste asiático, a las divinidades más importantes del shiavismo se las representa con la piel de color azul cobalto, lo que en síntesis representa una categoría de divinidad absoluta.




CONCLUSIÓN.

La Gran Diosa se manifestaba a los indígenas no siendo simplemente una deidad más, como la multiplicidad de deidades que poseía cada cultura prehispánica. Sino que Ella, se revelaba a Sí Misma como La Gran Divinidad, revestida del manto estelar, con la luna bajo sus pies, y en el esplendor divino del fulgor del Sol a sus espaldas.

“No tengáis miedo...
¿No estoy aquí Yo que soy tu madre?...”


Y desde entonces los pueblos de Mesoamérica y de todo el continente fueron abrazando el culto a la Gran Diosa. Pese al recelo de los españoles que nada pudieron hacer al respecto.

Lo único que atinaron hacer con el tiempo (Casi cien años después), fue crear un mito, el ya mencionado Nican Mopohua, sobre la aparición de la virgen. Roma aceptó y canonizó esta versión simulando el culto a la Gran Madre Tonantzin asimilándolo en el como cristiano.

El pueblo azteca trató, con mucho esfuerzo, enfocar los paralelismos existentes entre Tonantzin y la diosa azteca Coatlicue[4] en un vano intento por querer forzar la Profecía y quedar con un poco del protagonismo del renacer espiritual de los pueblos indígenas de América.


[Capítulo publicado aquí el 23 de febrero del 2010, con el mismo nombre].
1. La frase “teniendo rostro de mujer” fue la sustitución durante la edición de: “bajo una apariencia femenina”.
2. Cihuacóatl, es una Divinidad Azteca que guarda cierto paralelismo con Rea del sistema Greco-Latino por la similitud del Mito Cosmogónico de ambos sistemas. Vendría simbolizando a la Maternidad Primigenia, aquella que no ha sido creada, sino que más bien es coautora de la creación (creación por emanación).
3. La imprecisión de estos datos se debe principalmente a que gran parte proviene de la tradición oral; sin embargo, hay testimonios de esto en el Códice Ramírez.
4. Coatlicue, dentro de la Tradición Azteca, es la deidad madre de Huitzilopochtli a quien engendró de una concepción virginal y en quien se puede encontrar gran parte de los paralelismos existentes entre las Diosas Madre de las civilizaciones y de las que Madame Blavatzky habló ampliamente en su obra.




Es Cuanto.´.

"El Portavoz de la Herejía"
☠Drako-Konztantyno††.'.
HERESIARCA APOSTÓLICO DEL CUAUHNAHUAC
Y DE TODAS LAS MESOAMÉRICAS.
http://drako-konztantyno.blogspot.com/

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